Había una vez una esquina que era famosa porque allí estaba la casa más vieja y terrorífica del mundo. La habitaba un hombre muy avaro y malo.
Si entrabas en su jardín, salía con su escopeta y empezaba a tirar tiros al cielo. Un día, a un niño se le escapó la pelota y... ¡el jardín se la tragó! Desde ese día a quien se le escapara un juguete, se quedaba sin él.
Pero lo más horroroso aún no había comenzado. Un día Samuel, Christian, Pablo y yo entramos en la casa. Nada más entrar vimos lo normal en una casa, puertas, alfombras... Al fondo había una luz. Era una campanilla como la de la boca. En ese momento mis amigos y yo pensamos que la casa estaba viva.
Todos juntos echamos a correr, pero entonces, una alfombra, que se supone que era la lengua, nos atrapó y nos bajó por su garganta hasta su almacén de juguetes.
Allí vimos unas pistolas de agua, pensamos que nos vendrían bien; encontramos una puerta que nos llevó a la boca otra vez. Estuvimos disparando a la campanilla y salimos disparados a la calle. Desde ese ángulo se veía una luz en el último piso. ¡Allí estaba el corazón! Con nuestras pistolas podíamos pararle y después volvimos a entrar.
Subimos difícilmente por las escaleras y ¡allí estaba el corazón! Todos nos pusimos a disparar agua al fuego y la casa explotó. Entonces el misterioso hombre se convirtió en un hombre bueno y feliz.
Gracias a la explosión todos los juguetes salieron y el hombre se los devolvió a sus dueños.
Rubén.Que bonito cuento y tú imaginación me gusta ¡felicidades!
ResponderEliminarCarmen.