Por una parte se sentía feliz y por otra, cansado. Feliz, porque estaba bien en el pueblo con su abuelo. Y cansado, porque era duro el trabajo, pero a la vez, divertido y entretenido. También le gustaba mucho la tranquilidad y el silencio. En la ciudad, en cambio, había muchos ruidos y muchos humos.
En el pueblo para entretenerse sólo hacía falta una baraja de cartas, no se necesitaban máquinas.
Un día, el abuelo quiso enseñar al niño una casa y un huerto que había cultivado desde niño. Los dos miraron y vieron una zanahoria brillando. El abuelo le dijo al nieto que si la comía tendría superpoderes. El niño se la comió y salió otra zanahoria... y pudo volar, lanzar rayos láser, tenía supervelocidad y superfuerza. El abuelo también comió y no pasó nada porque era demasiado viejo.
Entonces el niño tuvo una idea, hacer un batido de zanahorias mágicas para que todos tuvieran superpoderes.
Iván, que cuento más bonito y veo que imaginación no te falta.
ResponderEliminar!Felicidades!
Carmen.
¡Muy lindo cuento! ¡Esperemos que no deje de escribir!
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