Érase una vez un animal que vivía en la mitad de un bosque deshabitado y todos los días regaba los árboles, las plantas, quitaba las malas hierbas...
También cuidaba los frutales y cogía los frutos ya maduros, éso le servía de alimento todo el año.
Al otro lado vivía un animal irresponsable y no hacía nada en el bosque, no podaba nada y dormía en el primer sitio que no hubiera hierba alta, que cada vez era más difícil. También tenía una cosa mucho más preocupante, que apenas tenía comida y se estaba quedando esmirriado, pero seguía sin esforzarse por nada del mundo.
El animal responsable, sin hacer un esfuerzo al cien por cien, sólo un poco cada día, vivía la vida plenamente.
A los dos años, el irresponsable, se murió de hambre con doce años.
Sin embargo, el otro, con cincuenta sigue viviendo como un chaval, y todo eso se lo debe a la constancia.
También cuidaba los frutales y cogía los frutos ya maduros, éso le servía de alimento todo el año.
Al otro lado vivía un animal irresponsable y no hacía nada en el bosque, no podaba nada y dormía en el primer sitio que no hubiera hierba alta, que cada vez era más difícil. También tenía una cosa mucho más preocupante, que apenas tenía comida y se estaba quedando esmirriado, pero seguía sin esforzarse por nada del mundo.
El animal responsable, sin hacer un esfuerzo al cien por cien, sólo un poco cada día, vivía la vida plenamente.
A los dos años, el irresponsable, se murió de hambre con doce años.
Sin embargo, el otro, con cincuenta sigue viviendo como un chaval, y todo eso se lo debe a la constancia.
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