En la aldea que vivía Ragutsy, todo giraba alrededor de la mina de diamantes, era el único sitio donde ofrecían comida a cambio de trabajo. Niños, mayores, y hasta los ancianos que aún podían trabajar, pasaban todo el día picando, cribando y moviendo gran cantidad de mineral por si aparecía el filón del cual pudieran conseguir el carbono más puro.
Pero el trabajo era tan duro y el horario tan interminable, que todos los trabajadores decidieron protestar ante el dueño de la mina y se negaron a trabajar. Éste no aceptó la protesta y les hizo saber que si querían seguir comiendo, las condiciones las ponía él. En represalia por su protesta, todo seguiría igual, pero con más horas de trabajo. El que no aceptase se podía marchar.
La situación era muy difícil y trabajar de esa manera resultaba inaguantable, pero si no seguían no comerían. Nunca pensaron los trabajadores que los capataces pudieran entender sus quejas, pues para ellos las jornadas eran más cortas, la comida mejor y encima tenían un sueldo, y jamás intentaron ayudarles. Pero algo había cambiado y apoyaron sus peticiones, si no se cumplían, ellos tampoco trabajarían. Las condiciones empezaron a negociarse, pues si nadie trabajaba el dueño tampoco obtenía riquezas. Con la solidaridad de sus compañeros lograron unas mejoras en su trabajo y una vida más agradable.
Ayudando y respetando a los demás conseguiremos que la vida sea más justa para todos.
Me ha encantado tu cuento Jorge este es uno de esas historias que deberían enseñarnos algo.
ResponderEliminarJorge, están muy bien expresadas las ideas y además con mucho fondo.
ResponderEliminar¡Te felicito!