Levantado sobre sus patas traseras, el suricato otea el horizonte. En pleno desierto de Kalahari, en África, el centinela del desierto vela por sus compañeros.
Juguetones, cariñosos, rápidos y traviesos, los suricatos cuidan a sus pequeños entre todos y se enfrentan a las serpientes con valentía. Les gusta mucho hacerse carantoñas.
Tienen una vista excelente. Al excavar los pliegues de sus orejas, éstas se cierran. Su cola la usan para ponerse de pie sobre sus patas traseras. Su cabeza es pequeña y delicada. La silueta de su cuerpo es esbelta.
Pueden romper el caparazón de un escorpión gracias a sus dientes. El pelaje les protege de los escorpiones. Gracias a sus patas y a sus garras, pueden correr y excavar a una velocidad increíble.
Los suricatos pesan entre 600 y 900 gramos. Miden de 25 a 35 centímetros y viven entre 10 y 12 años.
Las crías se alimentan durante cinco semanas con leche materna y permanecen seguras. La madriguera está formada por varias estancias, bajo tierra, parecen laberintos. Al primer mes de vida empiezan a variar los alimentos y comen insectos que traen los adultos.
Juguetones, cariñosos, rápidos y traviesos, los suricatos cuidan a sus pequeños entre todos y se enfrentan a las serpientes con valentía. Les gusta mucho hacerse carantoñas.
Tienen una vista excelente. Al excavar los pliegues de sus orejas, éstas se cierran. Su cola la usan para ponerse de pie sobre sus patas traseras. Su cabeza es pequeña y delicada. La silueta de su cuerpo es esbelta.
Pueden romper el caparazón de un escorpión gracias a sus dientes. El pelaje les protege de los escorpiones. Gracias a sus patas y a sus garras, pueden correr y excavar a una velocidad increíble.
Los suricatos pesan entre 600 y 900 gramos. Miden de 25 a 35 centímetros y viven entre 10 y 12 años.
Las crías se alimentan durante cinco semanas con leche materna y permanecen seguras. La madriguera está formada por varias estancias, bajo tierra, parecen laberintos. Al primer mes de vida empiezan a variar los alimentos y comen insectos que traen los adultos.
Las enseñanzas maternales, después de una semana de cazar insectos inofensivos, al final las aprenden.
Los pequeños suricatos juegan simulando una pelea haciendo acrobacias. Cuando perciben el grito de alarma de un adulto, corren con su madre.
Al amanecer salen de su escondrijo y se saludan afectuosamente. Se agrupan para enfrentarse. Cada vez que van a por alimento se comunican por gritos, para no separarse.
De vez en cuando se encuentran una cobra, la esquivan hasta que la cansan y de un mordisco en la cabeza, la matan.
Parecen muy graciosillos estos suricatos, a quienes reconozco que acabo de conocer. Siempre se aprende algo, aunque tengas 53 años como yo. Un saludo a todos
ResponderEliminarGracias por haber opinado en mi trabajo. Me alegro de que un niño como yo te pueda enseñar cosas. Es bonito aprender de los demás.
ResponderEliminarBeltrán, está muy bien la redacción y el dibujo te has esmerado mucho, parece que te encantan los suricatos.
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