lunes, 15 de marzo de 2010

El caballo, la cebra, el perro y los duendes

Éranse una vez dos primos, un caballo y una cebra. Cuando estaban paseando por un bosque se encontraron con un riachuelo que tenían que cruzar para seguir su paseo. El caballo de un salto cruzó al otro lado; la cebra siguió sus pasos, pero al saltar, cuando apoyó las patas de nuevo en tierra, una de las patas delanteras se retorció y se cayó al suelo, se hizo un esguince y no podía levantarse; el caballo le intentó ayudar pero ni con su ayuda se consiguió levantar.
El caballo estaba muy preocupado por su prima la cebra, ya que no se podía mover y estaban en el interior del bosque. Éste le dijo:
-Quédate aquí tranquila, mientras yo voy a buscar ayuda.
La cebra le dijo que se diera prisa en regresar porque estaba empezando a anochecer y empezaba a tener miedo. El caballo se acercó a una granja fuera del bosque y no podía moverse porque también se había retorcido una pata.
Un perro le dijo:
-Has tenido suerte porque yo entiendo mucho de patas, te acompañaré a donde esté tu prima y la intentaremos curar.
Salieron hacia el bosque y se metieron en él, después de una larga caminata el caballo le dijo al perro:
-Creo que me he despistado porque no consigo encontrar a mi prima, yo creía que tenía que estar aquí.
El lugar donde el caballo y el perro estaban sí que era el arroyo donde se había torcido la pata su prima. Lo que había ocurrido era que unos duendecillos que habitaban en el bosque la habían curado y la habían llevado al sitio donde ellos vivían.
El caballo comenzó a relinchar y relinchó tan fuerte que el sonido llegó a la aldea de los duendes donde estaba la cebra. Ésta les dijo a los duendes:
- Mi primo me está buscando, tenemos que regresar al riachuelo.
Comenzaron a andar y escuchando los relinchos del caballo consiguieron encontrarse en el bosque; la cebra se quedó de repente muy sorprendida porque los duendes le habían curado la pata y después desaparecieron.
El caballo y el perro al encontrarse con la cebra se pusieron muy contentos.
La cebra empezó a contarles lo que había sucedido con los duendes y se dio cuenta de que se había convertido en estatua. Al final los dos primos y el perro regresaron a su hogar.

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