Hoy se celebra el día mundial del agua. Aquí os dejo un cuento para celebrarlo.
Érase una vez un pueblo casi deshabitado, llamado Villarrocosa, en el que sólo vivía un matrimonio con su único hijo. Un día cuando el matrimonio iba solo por la mar con su pequeño barco pesquero hubo una gran tempestad y los dos murieron. Desde aquel día el hijo llamado Pablo tuvo que vivir solo.
No tuvo grandes dificultades ya que tenía treinta años y sus padres le habían enseñado todo. El pueblo era costero por lo que podía pescar lo que quisiera cuando él quisiera.
Sus padres ya tenían grandes cantidades de ganado y de distintos tipos, y después habían cultivado algo para comer ellos y su ganado. Pero no sólo pescaba en el mar sino que también pescaba en un gran lago que había a veinte metros de su territorio, aunque no era muy grande tenía agua para él de sobra.
A los cuatro años de vivir sin dificultades sin salir del pueblo, notó que se estaba secando el lago y ya sólo estaba a un dos por ciento de su capacidad. Siguió viviendo sin nada de dificultad pero finalmente, a los cinco años de la muerte de sus padres y debido a su mal uso del agua, se secó el lago. Tuvo que salir por primera vez del pueblo a pedir ayuda a los gobernantes de su ciudad.
En su ciudad no le hicieron ni caso y pasaron días y días y él veía que con el poco dinero que tenía no iba a poder seguir viviendo allí y en el pueblo sin agua se moriría. En la comunidad autónoma le pasó más de lo mismo; ahora su apuro iba siendo cada vez más grande. Finalmente optó por irse a la capital del país porque veía que si no su vida corría peligro.
Allí sí que le hicieron caso y le dieron una solución rápida que fue ponerle una fuente que echaba ocho litros al día; esto le enseñó una valiosísima lección y desde aquel día sólo gasta seis litro salvo alguna extrema circunstancia.
A mí me gustaría que esta historia nos sirviera para aprender que hay que ahorrar agua para no encontrarse en la misma situación que se encontró Pablo.
No tuvo grandes dificultades ya que tenía treinta años y sus padres le habían enseñado todo. El pueblo era costero por lo que podía pescar lo que quisiera cuando él quisiera.
Sus padres ya tenían grandes cantidades de ganado y de distintos tipos, y después habían cultivado algo para comer ellos y su ganado. Pero no sólo pescaba en el mar sino que también pescaba en un gran lago que había a veinte metros de su territorio, aunque no era muy grande tenía agua para él de sobra.
A los cuatro años de vivir sin dificultades sin salir del pueblo, notó que se estaba secando el lago y ya sólo estaba a un dos por ciento de su capacidad. Siguió viviendo sin nada de dificultad pero finalmente, a los cinco años de la muerte de sus padres y debido a su mal uso del agua, se secó el lago. Tuvo que salir por primera vez del pueblo a pedir ayuda a los gobernantes de su ciudad.
En su ciudad no le hicieron ni caso y pasaron días y días y él veía que con el poco dinero que tenía no iba a poder seguir viviendo allí y en el pueblo sin agua se moriría. En la comunidad autónoma le pasó más de lo mismo; ahora su apuro iba siendo cada vez más grande. Finalmente optó por irse a la capital del país porque veía que si no su vida corría peligro.
Allí sí que le hicieron caso y le dieron una solución rápida que fue ponerle una fuente que echaba ocho litros al día; esto le enseñó una valiosísima lección y desde aquel día sólo gasta seis litro salvo alguna extrema circunstancia.
A mí me gustaría que esta historia nos sirviera para aprender que hay que ahorrar agua para no encontrarse en la misma situación que se encontró Pablo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario