miércoles, 19 de enero de 2011

Adrián y la ciudad invisible

Había una vez un niño muy curioso llamado Adrián, a él siempre le había gustado toquetear todo lo que veía, cosa que le había dado algunos problemas de vez en cuando.
Una tarde estaba en Londres con su padre y su madre comprando en las calles. Había, muchos escaparates y mucha gente. Entre la gente se fijó en dos individuos que llamaban la atención con su ropa, el primero era alto, fuerte y de pelo castaño y llevaba un hortera bombín color verde lima, una cazadora verde fluorescente y unos vaqueros de color rojo sangre. La segunda que era de estatura media y ojos con aire soñador, llevaba el cabello rubio, arreglado y denso, su ropa no llamaba tanto la atención como la del otro hombre. Adrián los siguió con la mirada y vio que se dirigían a un escaparate viejo sucio y asqueroso de una tienda llamada bazar Castilla; se dieron la vuelta como queriendo ver si alguien los seguía, cuando el hombre vio que no era así se metió en el escaparate y lo atravesó, detrás fue la mujer. Nadie se dio cuenta de que dos personas habían desaparecido delante de sus narices.
Adrián hizo lo mismo, se metió en el escaparate sin que le viera nadie y ante él se encontró en un vacío permanente, estaba flotando pero no podía ser, tenía que estar sobre algo ¡Despierta! Se dijo a sí mismo; para comprobar que no soñaba miró al exterior, estaba en las nubes, en el cielo vio pasar un avión delante de él. Vio a las dos personas que había visto antes, mascullaron algo que el niño no llegó a entender y de repente lo que parecía ser el vacío se convirtió en una ciudad. Y vio sobre lo que pisaba antes, era suelo, era una ciudad invisible y flotante. Vio a sus habitantes que eran personas como él. Él hombre del bombín lima lo vio y se le acercó y le preguntó:
-¿Quién eres tú?
El niño respondió:
- Un niño. Les vi en la calle, me llamo Adrián.
Y le explicó todo lo que había pasado. El hombre le comentó que aquella ciudad era el lugar en el que estaban las personas que habían muerto y habían sido buenos y que solo unos pocos mortales sabían su existencia. No debes contárselo a nadie; de acuerdo, le hicieron prometer Elena Y Roberto que así era como se llamaban. Y eso hizo el niño.

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