Érase una vez un león muy fuerte, de pelaje marrón oscuro y tan grande como un coche, pero que tenía el cerebro del tamaño de un guisante. Al león, llamado Dinrio, le habían intentado cazar más de mil veces y todas había salido victorioso.
Un día una tribu llegó a la sabana. Parecía más fuerte que las anteriores. Constaba de treinta y siete personas. Su jefe se llamaba Labú e iba con la intención de derrotar a Dinrio. Después de una semana la tribu salió en busca del rey de la selva. Le encontraron bajo un árbol durmiendo. Un integrante de la etnia se lanzó encima de él y salió por los aires y se quedó con un brazo roto.
- Que venga otro más y le pasará como a ése- decía Dinrio.
- ¡A por él!- gritaba Labú.
El animal se les quitaba de encima como si fueran moscas. Todo el pueblo acabó o con un brazo roto o con una brecha en la cabeza o con la pierna fracturada…
Al siguiente día el más enclenque del grupo decía que le iba a cazar. Todos se echaron a reír.
- ¡Ja ja ja! Si no puedes ni a una mosca.
Entonces preparó la trampa más astuta que se haya visto jamás. Fue poniendo trozos de carne en el suelo hasta llegar a un jabalí muerto que estaba encima de una manta, donde debajo había un agujero. Cuando Dinrio vio la carne, la siguió hasta donde estaba el jabalí; el león se abalanzó sobre él y cayó al agujero. Todos tuvieron una buena cena y le dieron las gracias al canijo.
Un día una tribu llegó a la sabana. Parecía más fuerte que las anteriores. Constaba de treinta y siete personas. Su jefe se llamaba Labú e iba con la intención de derrotar a Dinrio. Después de una semana la tribu salió en busca del rey de la selva. Le encontraron bajo un árbol durmiendo. Un integrante de la etnia se lanzó encima de él y salió por los aires y se quedó con un brazo roto.
- Que venga otro más y le pasará como a ése- decía Dinrio.
- ¡A por él!- gritaba Labú.
El animal se les quitaba de encima como si fueran moscas. Todo el pueblo acabó o con un brazo roto o con una brecha en la cabeza o con la pierna fracturada…
Al siguiente día el más enclenque del grupo decía que le iba a cazar. Todos se echaron a reír.
- ¡Ja ja ja! Si no puedes ni a una mosca.
Entonces preparó la trampa más astuta que se haya visto jamás. Fue poniendo trozos de carne en el suelo hasta llegar a un jabalí muerto que estaba encima de una manta, donde debajo había un agujero. Cuando Dinrio vio la carne, la siguió hasta donde estaba el jabalí; el león se abalanzó sobre él y cayó al agujero. Todos tuvieron una buena cena y le dieron las gracias al canijo.
No por ser el más fuerte vas a vencer porque más vale maña que fuerza.
Adrián has hecho muy bien la fábula, utilizas un vocabulario preciso y la estructura de la oración correcta.
ResponderEliminarAdemás, no te ha faltado la moraleja que siempre tiene este tipo de escritos.
¡No hay que fiarse de las apariencias!