Justo el día 17 de diciembre de 2008 un niño llamado Ardwik vivió uno de los días más importantes de su vida. Para él era un viernes como los demás, pero con una enorme ilusión: iba a ir con su familia a mirar los regalos de Navidad.
A él por una parte le gustaba porque quería ver y comprarlos. Pero por otra no le gustaba porque tendría que pagarlos él.
Se levantó a las nueve treinta con mucha esperanza de que habría nevado. Y no falló. Había nevado tanto que la nieve llegaba hasta sus rodillas. Ardwik desayunó rápidamente para salir y tirarse bolas o hacer un muñeco de nieve con su hermano Jack. Se tiraron bolas hasta hartarse. Luego se fueron a comer unas lentejas y una platusa para entrar en calor. Y de postre un zumo de naranjas con vitaminas.
A las cinco en punto se fueron al Toys'rus a comprar los regalos. Cuando entró vio un montón: coches teledirigidos, balones, playmobils, ropa, instrumentos musicales... Pero él tenía claro lo que quería: El Pro Evolution Scorer 9. Lo vieron en la parte de los videojuegos. Lo compró por 70 €. Al salir del supermercado vio a un niño vagabundo que le dio pena y decidió que pasaría el fin de semana con él y probar el nuevo juego. Al recordar esto, le vino a la cabeza que valía la pena pasar la Navidad con los que no la pueden celebrar.
Raúl, ¡qué bonito es compartir!
ResponderEliminarDebemos ser menos consumistas y acordarnos más de los que no tienen lo necesario para vivir.
Tu cuento tiene un bonito final. Expresas buenos sentimientos.