
El señor llegó a casa muy contento y se puso a usarla de inmediato, pero no era un aspirador normal, te preguntaba qué parte de la casa le gustaba al dueño que limpiara. El señor le dijo que el pasillo e inmediatamente el aspirador se puso a limpiar.
Y así pasaron muchos días, mientras que el aspirador limpiaba, el señor leía, descansaba, oía la radio… Si el señor no encontraba alguna cosa como ropa u objetos la aspiradora se lo llevaba.
Un día la aspiradora dejó de funcionar porque se había averiado al metérsele por el tubo un trapo. El señor rápidamente fue al sitio donde la había comprado para ver si la podían arreglar, le dijeron que fuera dentro de una semana. Mientras, en casa estaba muy desanimado porque si no conseguían arreglarla, tendría que volver a limpiar él. Una semana después fue a ver si la habían arreglado pero le dijeron que no porque era un aspirador muy diferente a los demás.
Desde ese día tuvo que limpiar él solo la casa pero vio que era su obligación y durante muchos años lo hizo sin quejarse.
Enseñanza: Hay que hacer las cosas obligatorias aunque cueste o no se tengan ganas.
Jorge, me ha gustado la enseñanza de tu cuento.
ResponderEliminarLa clave del éxito en el estudio está en estudiar cada día, no dejar para mañana lo que puedas hacer hoy.
¡Sigue así!