Había una vez una niña que tenía el don de hablar con los monumentos, pero… en la ciudad. Cuando se lo comentaba a la gente, todos se echaban a reír.
Un día se fue a dar un paseo por las afueras y, andando llegó hasta una ermita abandonada, allí se puso a almorzar. La iglesia era muy antigua y estaba llena de musgo.
Cuando nuestra amiga estaba comiendo dijo:
- ¡Oh, pobrecita, qué sucia estás!
La ermita que se llamaba Monasterio de Rodilla la contestó:
- Ya nadie me visita.
Con el tiempo consiguió que algunos mayores de la ciudad se preocupasen por este monasterio y poco a poco lo fueran arreglando.
Al cabo de un mes volvió de nuevo a la ermita y… ¡Se llevó una sorpresa tremenda! La habían elegido Presidenta!
Un día se fue a dar un paseo por las afueras y, andando llegó hasta una ermita abandonada, allí se puso a almorzar. La iglesia era muy antigua y estaba llena de musgo.
Cuando nuestra amiga estaba comiendo dijo:
- ¡Oh, pobrecita, qué sucia estás!
La ermita que se llamaba Monasterio de Rodilla la contestó:
- Ya nadie me visita.
Con el tiempo consiguió que algunos mayores de la ciudad se preocupasen por este monasterio y poco a poco lo fueran arreglando.
Al cabo de un mes volvió de nuevo a la ermita y… ¡Se llevó una sorpresa tremenda! La habían elegido Presidenta!
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