La cigüeña

Érase una vez una cigüeña que vivía en una iglesia. Nunca había tenido amigos ni familia. Su único amigo era el cura que le daba de comer y la cuidaba. Un día éste cayó enfermo, la cigüeña tenía mucha hambre y al ver que el cura no venía, fue al bosque a coger algunos gusanos. Oyó algo entre unos matorrales. Y de repente… ¡vio un zorro! La cigüeña echó a correr todo lo que pudo. Cuando le despistó se topó con una paloma que le preguntó:
- ¿Por qué corres?
Ella le respondió:
- Me persigue un zorro.
- ¡Ah! Debe de ser Tom.
- Sí, es él.
- Siempre se está metiendo con todos los animales del bosque. Por cierto, ¿cómo te llamas?
- Según mi dueño, Fausto. ¿Y tú?
- Yo Pipi. Sabes, me estás cayendo bien. ¿Quieres ser mi amiga?
La cigüeña sin dudarlo respondió que sí. Y le preguntó:
- ¿Quieres ver mi casa?
La paloma aceptó. Cuando llegaron, la paloma se quedó asombrada de lo bonita que era y las vistas que tenía. La cigüeña le dio las gracias.
Por la noche un águila se chocó con la cigüeña y le despertó. Empezó a gritar y despertó también a Pipi. El águila les propuso que se calmaran y así lo hicieron.
- ¿Cómo te llamas? – le dijeron.
- Guille. ¿Y vosotros?
- Pipi y Fausto.
Los tres se hicieron amigos. Estando juntos oyeron las voces de unas personas, se asomaron y vieron… ¡unos ladrones! ¡Están robando! Los ladrones pudieron abrir la puerta.
Entraron a la iglesia para ver qué robaban, se escondieron y Fausto dijo:
- ¡Tengo una idea!
Lo comentaron muy bajito. Se metieron en unas armaduras que había en la iglesia. Se pusieron delante de los hombres y gritaron todos a la vez:
- ¡Fuera de aquí!
Los ladrones salieron despavoridos. Fuera oyeron las sirenas de la policía quien metió a los ladrones en la cárcel.
Guille preguntó:
- ¿Quién ha llamado a la policía?
- Yo – dijo el cura. Desde la casa donde vivo, se ve la iglesia y vi a los ladrones.
Fausto le preguntó si podían vivir todos juntos y el cura asintió. Las aves se pusieron muy contentas.