sábado, 8 de mayo de 2010

El león del lago

Un atardecer, el gran león se encaminó hasta un lago cercano para beber. Era su lago favorito porque sus aguas eran limpias y despejadas. Cuando el felino inclinó la cabeza y se dispuso a calmar su sed, vio su rostro reflejado y creyó que otro león le miraba con ferocidad.
Asustado, dio un salto hacia atrás.
-Éste debe ser el león encargado de custodiar el lago. Me atacará si intento beber aquí – pensó.
Atemorizado se alejó a la orilla esperando que tal vez más tarde el guardián se iría. Pero la sed le acuciaba y decidió volver a intentarlo.
Y otra vez, al inclinar la cabeza se encontró con el león del algo observándole. Quiso asustarlo y abrió sus fauces todo lo que pudo dejando escapar un terrible rugido, pero lo mismo hizo el león del lago. Muy asustado se alejó tan deprisa como pudo. Como la sed iba en aumento, lo intentó varias veces y siempre estaba allí aquel maldito león para impedirle beber.
Hasta que llegó un momento en que desesperado por beber, decidió jugarse la vida si era necesario y tomó la determinación de meter su morro en el agua pasara lo que pasara.
Se acercó a la orilla e introdujo rápidamente la boca en sus cristalinas aguas y, en ese momento, “el león guardián” se desvaneció.

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